El teletrabajo o trabajo en remoto consiste en ejercer la actividad laboral desde cualquier parte del mundo, sin necesidad de estar físicamente en la oficina.
Debido a la crisis del Covid-19, muchas empresas se han visto obligadas a implementarlo para que sus empleados puedan trabajar desde casa. En circunstancias normales no tendríamos por qué ceñirnos a la comodidad de nuestro hogar, sino que podríamos trabajar desde cualquier parte.
Ésta es solo una de las ventajas de una forma de trabajar que tiene luces y sombras a partes iguales. A continuación, las analizamos para entender mejor esta modalidad de empleo y que, cuando llegue el momento de poder elegir, lo hagamos con toda la información:
La mayoría de nosotros pasamos, de media, más de una hora en medios de transporte para llegar a nuestro puesto de trabajo. Lo mismo ocurre a la hora de volver a casa al terminar el día.
Sin embargo, cuando trabajamos desde casa, solo tenemos que conectar nuestro equipo y empezar a trabajar a la hora acordada. Una vez terminada la jornada de trabajo, apagamos el equipo y, prácticamente al instante, podemos hacer lo que queramos. Esto puede ahorrarnos hasta dos horas de nuestra vida al día, lo que se traduce en, como mínimo, diez horas a la semana.
Aquellos que no tienen la suerte de poder ir al trabajo andando o en bici, lo más habitual es que gasten una parte de su sueldo en gasolina, o en billetes de tren o autobús.
Dependiendo de la distancia a la que nos encontremos de la oficina y del medio de transporte que utilicemos, el gasto en desplazamientos puede variar enormemente.
Veamos un pequeño ejemplo: un trabajador viaja en autobús para ir y venir de la oficina, y además cuentas con un abono transporte. Con esta tarjeta, los viajes equivalen aproximadamente a 90 céntimos, lo que se traduce en 1,80€ totales al día, por el viaje de ida y el trayecto de vuelta. Sacando cuentas, e imaginando que esta persona trabaja cinco días a la semana, este importe equivale a 9€ semanales, o lo que es lo mismo, 36€ al mes – y eso solo en el caso más económico.
Aunque en el caso anterior poníamos el ejemplo del trabajador o trabajadora que viaja en autobús, somos conscientes de que esto no siempre es así y de que, de hecho, la mayoría de los trabajadores se desplaza en coche.
En todos estos casos, el teletrabajo se traduce en un vehículo menos al día en las carreteras, y en detener las emisiones diarias de CO2 de nuestro tubo de escape.
Quizás un solo coche no se note demasiado, pero todo suma, y el boom del teletrabajo sin duda puede crear una gran descongestión en las calles y carreteras de toda España.
El mero hecho de no perder tiempo en desplazamientos nos ayuda a tener más horas para los nuestros: hijos, pareja, amigos y ¡hasta nosotros y nosotras mismas, que también lo merecemos!
Según el tipo de empresa, el teletrabajo también nos permite elegir nuestro propio horario, por lo que podemos planificarlo en las horas que más nos convengan. Lo más habitual es trabajar mientras los niños están en el colegio y así pasar más tiempo con ellos cuando salen.
En la oficina no existen distracciones, o al menos tenemos muy pocas. También contamos con un horario cerrado en el que sabemos que tenemos que empezar a trabajar.
Por el contrario, en el teletrabajo estamos en casa. En algunos casos en una cafetería, un parque, o cualquier zona que nos resulte agradable a los sentidos. Debido a esto, la sensación de que “podemos dejarlo para luego” es mayor, nos levantamos de la silla más de la cuenta y, en el peor de los casos, no llegar a todo lo que llegaríamos en el puesto de trabajo presencial.
No obstante, podemos vencer a la procrastinación si creamos nuestra propia rutina: empezar y terminar todos los días a la misma hora, trabajar siempre en el mismo lugar para “crear conciencia de lugar de trabajo”, y vestirnos como si fuéramos a trabajar, aunque estemos en el salón de casa. Pueden parecer detalles pequeños, pero poco a poco la mente se acostumbra a que ese ritual preceda al trabajo.
Cuando salimos del trabajo y llegamos a casa, hemos dejado los problemas del trabajo en la oficina – hemos “cambiado el chip”. Cuando salimos de casa y llegamos a la oficina, hemos dejado en casa los problemas del hogar – el chip ha cambiado de nuevo.
Sin embargo, al trabajar en casa, los problemas de un lado y de otro pueden mezclarse: podemos estar con la familia y pensar en trabajo, o estar en el ordenador y pensar que tenemos que hacer la comida.
La mejor manera de evitar esto es contar con un área de casa (mejor si es un despacho o una habitación que se pueda cerrar) destinado al trabajo. Así, al salir de esa zona, sabemos que ha terminado el trabajo, al igual que lo haría al salir de una oficina ajena a nuestra vivienda.
Cuando estamos en la oficina convivimos con jefes y compañeros, lo que en muchos casos crea un sentimiento de unión con la empresa y, en consecuencia, un compromiso especial.
Sin embargo, trabajando en remoto no vemos a nuestros compañeros, y ni siquiera hablamos con nuestro superior todos los días, pero el compromiso debe ser el mismo. Una buena forma de solucionar este punto es hablar con ellos al menos una vez a la semana para ponerse al día, analizar qué se puede mejorar o valorar nuevos proyectos. De esta manera, el vínculo con la empresa se mantiene fortalecido.
Como podemos ver, el teletrabajo o trabajo en remoto tiene sus pros y sus contras. Aunque la mayoría de desventajas pueden solucionarse con trucos sencillos, éstas siguen estando ahí. Lo mejor es probar y ver qué es lo que a cada uno nos funciona mejor, y hacer balance al final de la semana. ¡No hay una respuesta universal para todos!